Monika Vázquez

  1. Introducción

Mi intervención intenta aportar al debate una mirada desde la sociedad, desde la sociedad vasca organizada. Represento a una de las entidades vascas comprometidas con la paz y los derechos humanos en nuestro país, UNESCO Etxea, y también formo parte de una iniciativa social que surgió a la luz del primer plan de paz y derechos humanos que impulsó el Gobierno: el Foro de asociaciones de educación para la paz y los derechos humanos, 29 entidades muy diversas a las que nos une el compromiso con los derechos humanos y que, a pesar de nuestras dificultades y de tener miradas e interpretaciones distintas de los mismos temas y de trabajar desde distintos ámbitos de actuación, hemos sabido construir juntos y llegar a importantes consensos en el ámbito de la paz y la convivencia en nuestro país.

Nuestra entidad y también el Foro de asociaciones han venido acompañando a las administraciones en todas sus iniciativas en el ámbito de la paz y los derechos humanos, ahora centradas en la convivencia. Hemos participado en los inicios de los tres Planes de paz y derechos humanos que el Gobierno vasco ha puesto en marcha hasta ahora, haciendo aportaciones desde su inicio, con una visión crítica pero también con lealtad y compromiso. Y también hemos participado activamente en aquellas actividades que han recogido estos Planes y que implican un contacto directo con la ciudadanía. Esta es precisamente una de las virtudes del Foro y de cada una de sus entidades, su capacidad para conectar y estar cerca de la ciudadanía.

Una entidad como la nuestra y también el Foro de Asociaciones tiene un importante cometido en la normalización de la convivencia en nuestro país por varios motivos:

‐Pueden ayudar a cubrir el espacio, la brecha que existe entre el ámbito político y la sociedad que tiene sensación de hartazgo, desconfianza, rechazo e indiferencia ante lo que proviene del ámbito político. Estas sensaciones en el actual escenario en el que nos encontramos en ocasiones se traduce en querer pasar página y no volver la vista atrás y esto es, a nuestro juicio, una postura que conlleva unos riesgos enormes para sentar las bases de la convivencia.

Pero, ¿Por qué el ámbito político despierta en parte de la población estas sensaciones?

Porque en la mayoría de los casos los políticos no han sido un buen ejemplo de convivencia, especialmente en los pasos en materia de paz y derechos humanos que se han venido dando en nuestra sociedad, en los que han sido más bien ejemplo de todo lo contrario. Aunque ha habido algunos buenos ejemplos, en muchas ocasiones, en

más de las que desearíamos, las familias políticas de este país han demostrando tener serias dificultades para convivir políticamente y alcanzar puntos de encuentro. La propia evaluación del Plan de Paz y Convivencia destaca las dificultades principales a las que se enfrenta el Plan de Paz y Convivencia: la de alcanzar consensos plurales en el ámbito político. Un plan bien evaluado, con un alto grado de ejecución de sus actividades y una buena puesta en marcha de las mismas, se encuentra con la principal dificultad de que en el ámbito político existen bloqueos que impiden llegar a consensos. Por tanto, ¿Está legitimados los políticos para promover la convivencia si políticamente demuestran no saber convivir?

En este contexto, entidades como la nuestra pueden acompañar y llegar más fácilmente a la sociedad. Nuestro trabajo, nuestro compromiso e implicación con la paz y los derechos humanos, y el ejemplo que el Foro esta dando por haber logrado crear consensos, compartir unas bases y construir proyectos juntos, le legitima y nos legitima para acercarse a la sociedad.

Este hecho unido a que los medios se han hecho eco mucho más frecuentemente del dolor, el sufrimiento y los enfrentamientos políticos que de iniciativas constructoras de paz como el que nos reúne hoy, el Plan de Paz y Convivencia, hace que además de la desconfianza haya un desconocimiento. ¿Cuántos ciudadanos y ciudadanas vascas saben de la apuesta que este Gobierno está haciendo por la convivencia en este país, cuántos saben que esta apuesta pende de Presidencia y que por primera vez en nuestro Gobierno se ha creado una Secretaría General específica para esto? ¿Cuánto de los movimientos por la paz y los derechos humanos de este país conoce la sociedad? Aquellos que han convocado grandes movilizaciones ciudadanas aún han tenido alguna repercusión, pero los que trabajan desde lo micro, lo local, para promover la convivencia y los derechos humanos en nuestra país no han sido noticia. Y probablemente no hemos buscado que lo fuera, pero en este escenario creo que se hace necesario.

Necesitamos a los medios para visibilizar estos esfuerzos en positivo, necesitamos trasladar un mensaje distinto a la sociedad, para que conozca lo que se hace, nos de a entidades e instituciones un voto de confianza y contar con su participación para sentar la bases de la convivencia.

2. Por un futuro en paz en el País Vasco, ¿Cómo contribuimos a normalizar la convivencia?

 2.1. Dos propuestas relacionadas con el pasado:

 

  1. El primer paso importante e ineludible es el de mirar hacia atrás. Tendría consecuencias muy graves para la normalización de la convivencia pasar página y no mirar hacia atrás. Si lo hacemos así, y tenemos ejemplos de esto muy recientes en la historia, la convivencia se asentaría sobre bases muy poco sólidas.

Y mirar atrás supone principalmente dos cuestiones:

  • Hacer una revisión humilde de lo que ha pasado, por qué ha pasado y qué ha provocado. Se habla muco de revisión critica del pasado más que a la critica aludiría a la humildad, porque revisar el pasado de manera humilde, sin creerse en posesión de la verdad, reconociendo y aceptando, al otro, nos va a permitir hacerlo de una manera autocrítica y generosa. Si no existe una actitud y talante humilde de inicio es difícil hacer autocrítica.
  • Esta mirada hacia atrás supone acercarnos a lo que ha acontecido en el pasado pero inicialmente no desde lo político, ni desde lo académico, desde los análisis y reflexiones más concienzudas, no, tenemos que mirar atrás desde el sufrimiento padecido, empezar por ahí. Se lo debemos a quienes han padecido el sufrimiento que ha provocado muchos años de violencia directa y de violencias culturales y estructurales que han acompañado a esta.

Debemos poner rostro y voz a este sufrimiento y mirar atrás a través de él y de las emociones que nos provoca.

A nivel público e institucional debemos reconocer su dolor, compensarlo pública y moralmente y a nivel social, debemos conectar emocionalmente con el. Este es, en mi opinión, un paso, previo y necesario a todo lo demás, diría que previa a la construcción de la memoria, previa al diálogo compartido.

Hemos vivido muchos años en un escenario predominado por sentimientos y emociones negativas de rechazo, odio, y tensiones, un escenario que nos estaba en cierto modo deshumanizando; el foco estaba más en los enfrentamientos y las tensiones entre diferentes posicionamientos políticos que en la parte humana del conflicto.

Y ahora, si queremos normalizar la convivencia necesitamos girar este foco a las víctimas, poner nombre, apellidos y relato al sufrimiento, conocer el dolor relatado en primera persona por quien lo padeció y volver a humanizarnos. Pasar de las emociones negativas de rencor, odio y enfrentamiento a emociones positivas de empatía, a ponerse en el lugar del otro, a conmovernos y aproximarnos a su sufrimiento.

Y, además, acercarnos a todas las victimas que comparten la terrible injusticia del daño que han recibido, aunque les separen las causas que motivaron la victimación.

Y hacerlo desde el respeto a la individualidad, y el respeto a la voluntad de las victimas dispuestas a ofrecer su relato.

En este sentido valoramos enormemente la apuesta que en el Plan se está haciendo por acercar testimonios de victimas a los centros escolares. Esto que inició el Gobierno de la legislatura anterior y que provocó alarma y desconfianza inicialmente, resulta ahora ser una apuesta clave con un potencial pedagógico enorme para sentar las bases de la convivencia. No hay discurso político, ni estudio académico, ni tampoco iniciativa social que tenga mayor poder de conmover y emocionar que el testimonio directo de una víctima, debemos seguir por este camino, humanizar el conflicto y hacerlo no sólo en las aulas, también en la sociedad y en el ámbito político.

Qué bien vendría al ámbito político conocer estos testimonios, mirar a la cara y escuchar la voz de las víctimas, sentir con ellas. Esto debería conducirles a, a dejar de convertir las victimas como arma arrojadiza y tenerlas en cuenta para humanizar sus discursos y defender sus posturas con más humildad.

Y es importante también acercar estos testimonios a la sociedad porque es la gran protagonista de la normalización de la convivencia, la convivencia es lo cotidiano, el barrio, el pueblo, el vecindario….

La sociedad tiene muy pocas oportunidades de conocer estos testimonios y hay que facilitarlas porque los pasos que como sociedad debemos dar para la normalización de la convivencia, sería, a mi juicio bueno que partieran de la emoción que provocan estos testimonios. El primer paso que se apuntaba, el de mirar al pasado con humildad y con capacidad de autocrítica, es mucho más sencillo si parte de una emoción como la que provocan los testimonios de quienes han padecido el sufrimiento de una grave violación de sus derechos humanos. Primero vamos a sentir, a empatizar con las victimas, a reconocer su dolor y después pensamos, dialogamos y avanzamos.

Otra razón para acercar los relatos de las victimas a la sociedad es porque ésta, de alguna manera, en deuda con ellas.

Hace unos meses asistía a una jornada sobre victimas y sociedad organizada por la Secretaría de Paz y Convivencia del Gobierno Vasco y presenciábamos el perdón público del Lehendakari Urkullu a las víctimas por no haberlas atendido debidamente ni haberlas acompañado especialmente durante las décadas de los 70, 80 y 90. Este gesto fue celebrado por las victimas y cubierto por los medios; Este es, en mi opinión, el camino.

Es un ejemplo de gesto de autocrítica. La política debe dar ejemplo, y si tienen dificultades para generar consensos, al menos estos gestos ayudan mucho.

En este acto también participamos diferentes representantes de la sociedad, del ámbito académico, del ámbito político…. Para los representantes de la sociedad fue un acto absolutamente conmovedor en el que tomamos conciencia de que la sociedad estaba en deuda con las victimas. Durante muchos años la sociedad calló, no expresó su apoyo claro a estas víctimas. Probablemente el miedo es una de las justificaciones de este silencio, pero no por eso deja de ser injusto. Las movilizaciones de la sociedad para denunciar los asesinatos de ETA, por ejemplo, son muy recientes en la historia de nuestro país. Las victimas no sólo no tenían el apoyo de las instituciones y de la sociedad, sino que a veces padecían el rechazo de parte de esta sociedad.

Pero hay otros pasos que dar con respecto al pasado:

  1. Otro paso importante para la normalización de la convivencia e el de construir una memoria colectiva y compartida, una memoria que no oculte sino que ponga de manifiesto la complejidad de la sociedad vasca, que no sirva a algunos para justificar sus posicionamientos políticos y sus inmovilismos Una memoria que recoja la pluralidad de miradas de este conflicto y lo haga de una manera honesta.

La violencia directa ha desaparecido desde el cese de la actividad de ETA pero aún nos queda inmovilismos políticos y violencias de tipo estructural y cultural, estas que provocan pensamientos justificadores de la violencia, que hay que contemplar y poner de manifiesto en esta memoria.

La memoria debe estar cargada de verdad, la verdad dignifica y repara a las victimas y también tiene un aspecto social porque la sociedad también tiene derecho a saber la verdad sobre los acontecimientos del pasado.

La memoria debe ser inclusiva y contemplar el mapa de violaciones graves de derechos humanos producidos en Euskadi en las últimas décadas. Debe contribuir a que se conozcan y se reconozcan los sufrimientos que estas víctimas han padecido.

Debe hacerse desde, para, por y con las victimas, con todas las víctimas, con independencia de que existan situaciones, contextos y condicionantes diferentes entre ellas.

Tendría que tratarse de una memoria que evite el olvido, que es una de las formas que adopta la injusticia.

Y una de las herramientas para la construcción de la memoria es el diálogo. Comparo plenamente la acepción del diálogo que recoge Juan José Tamayo en su artículo como talante de vida, como forma de vida, como imperativo ético para la supervivencia de la humanidad.

Necesitamos un diálogo que parte de la emoción pero que se ha trabajado y convertido en argumentaciones.

Necesitamos un diálogo que nos conduzca a un lenguaje compartido. El lenguaje en este país ha sido una de las herramientas para el enfrentamiento y las tensiones políticas. Se han vaciado de contenido algunas palabras y asignando nuevos contenidos a otras. Necesitamos construir un nuevo lenguaje común, compartido, y poner imaginación y creatividad al servicio de este lenguaje común.

No vamos a poder construir un futuro juntos, con una convivencia sana y normalizada sino somos capaces de hacer memoria de lo ocurrido con un diálogo así entendido. Un diálogo que nace de una emoción y que surge de una revisión humilde y crítica del pasado.

2.2. Algunas ideas obre cómo contribuir a normalizar la convivencia actuando en el presente

a) Institucionalmente, son necesarios, imprescindibles los Planes de paz y convivencia Estos planes dan marco a las actuaciones de las instituciones en esta materia y ponen recursos económicos para que se puedan llevar a

Lo deseable es que estos Planes se construyan más a largo plazo, que no se creen de acuerdo a la lógica y los tiempos de cada Legislatura. Y es también deseable que confluyan los diferentes planes de las diferentes administraciones.

Pero un Plan institucional aunque necesario no es suficiente. Necesitamos dar otros para normalizar la convivencia en nuestro país

b) Participación de los agentes sociales, como por ejemplo el Foro de asociaciones de educación por la paz y los derechos humanos.

Agentes que, además de contar con acciones propias para la promoción de la paz, la convivencia y los derechos humanos en nuestro país pueden acompañar a las instituciones en la elaboración, ejecución y evaluación de sus Planes.

c) Implicación del ámbito municipal. El trabajo en este ámbito es fundamental; la convivencia empieza en lo cotidiano, en las relaciones interpersonales, en el barrio, en la comunidad de Necesitamos el compromiso de los Ayuntamientos para llegar a sus ciudadanos. Ya hay iniciativas en nuestro país, pero aún queda mucho por hacer.

Según un estadio llevado a cabo por el Foro de Asociaciones en derechos Humanos y por la paz, actualmente, de los 251 municipios vascos, solo 18 municipios disponen de Planes de   convivencia.   Entendiendo como   planes aquellos que parten de  un diagnóstico, que se prolongan por al menos dos años y que implicación de varios áreas….

En otras cuestiones, como las medioambientales, (Agenda 21) hemos conseguido implicar a prácticamente todos los municipios vascos. Habría que intentarlo también con la convivencia, la paz y los derechos humanos.

Se deberían crear puestos que impulsan y dinamizan Planes de Convivencia dentro de las estructuras de los ayuntamientos. Es cierto que un ayuntamiento agrupa distintas sensibilidades políticas pero deberían ser capaces de compartir unas bases como la del de respeto y fomento de los derechos humanos. Los derechos humanos puede ser un marco apropiado para iniciar el trabajo en el ámbito municipal orientado a la normalización de la convivencia.

El trabajo en el ámbito municipal debe promover también encuentros entre ciudadanos. Hemos vivido muchos años sin que las diferentes sensibilidades políticas de este país se encuentren. Desde el ámbito político hasta el ámbito más personal no hemos compartido suficientemente opiniones e interpretaciones de lo ocurrido y es momento de empezar a hacerlo.

d) Junto a esto debemos dar algunos pasos en lo que respecta a la política penitenciaria. En la actualidad hay centenares de presos en las cárceles. La gestión que sobre esto se está haciendo precisa de un enfoque humanitario que considere tanto a presos como a sus familias y que supere la excepcionalidad en el tratamiento que

Se tendría que apostar por la reinserción de las personas presas, la eliminación de la dispersión de los presos, que sufren esencialmente sus familias, y la eliminación de la legalidad de excepción que para ellos se ha creado, para pasar a ser considerados ciudadanos presos en un estado de derecho al que se les aplica la legalidad.

e) Medios de comunicación: Se hace necesario conseguir el compromiso de los medios para hacerse eco de todas estas iniciativas orientadas a sentar las bases de la Esto debe empezar a ser noticia.

Y también necesitamos su compromiso para desarrollar iniciativas de sensibilización relativas al respeto a los derechos humanos y a la gestión de conflictos por medios pacíficos.

f) La escuela juega un papel fundamental para sentar las bases de la convivencia en nuestro país.

Las escuelas son espacios privilegiados para convivir y también para aprender, interiorizar las bases de la convivencia.

La educación para la convivencia tiene mucho de trabajo de contenidos y conceptos, pero sobre todo tiene que ver con actitudes, con el clima de centro, con las relaciones, e incluso con la estética de la escuela que tenemos. Una escuela como espacio de convivencia sería aquella en la que las relaciones se dan en ella se han de dar desde el respeto y la cercanía, desde la horizontalidad y en la que se le ofrece al alumnado espacios de actuación, de participación, de decisión, pero también un espacio donde asumir responsabilidades, …y al mismo tiempo un espacio de creatividad, de imaginación, de esperanza, de ilusión, un espacio donde soñar; una escuela abierta, permeable a la realidad, a la sociedad, al barrio… una escuela que secuencia las actitudes y valores como el sentido de la dignidad, la comprensión, la tolerancia, la igualdad entre sexos y entre personas de diferentes naciones, etnias, religiones, el respeto, la cohesión social,… que quiere promover entre su alumnado desde las primeras etapa, Una escuela que garantiza que sus materiales didácticos se han elaborado desde el prisma de los derechos humanos y que la dignidad humana está presente y por encima de todo en ellos.

Para esto hay que preparar al profesorado y a los centros: formación específica en derechos humanos. Se está haciendo desde la iniciativa de Bonos Elkarrekin que recoge el plan de paz y Convivencia, hay que continuar aunque aún encontramos resistencias con este tema. Actualmente hay muchos más centros educativos implicados con la Agenda 21, pasa como con los municipios, que centros implicados con los planes de convivencia.

g) Y, por último, destacaría el papel importante que juegan también la cultura y las artes en la normalización de la convivencia.

El cine, la literatura, el teatro…, el arte en cualquiera de sus modalidades, ayuda a expresar con mayor libertad, creatividad e ingenio cuestiones que nos cuestan mucho más en el plano de la realidad.

Además de permitirnos expresar, el arte tiene una enorme capacidad de sensibilizar, conmover y educar al espectador y no debemos desestimar este recurso.

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