Encuentro

Los municipios como espacios de paz y convivencia -Documento marco-

Las ciudades son espacios de convivencia, donde se desarrollan procesos sociales de todo tipo y en donde las autoridades locales tienen cada vez más responsabilidades y capacidad de actuación. La ciudad representa un verdadero “microcosmos” con oportunidades, tensiones, demandas y contradicciones. Como señala la Declaración de Guadalajara sobre el futuro de la ciudad, “la ciudad incluye dimensiones diferentes; es a la vez “urbs, civitas y polis”. Es espacio, pero también una realidad social, que se organiza a partir de unas leyes y de una práctica política determinada como comunidad de ciudadanía.

La ciudad y el municipio como espacio construido contiene y expresa las relaciones sociales que se crean y transforman a lo largo del tiempo, y que generan oportunidades o riesgos para las personas que viven en ella. Las ciudades concentran y expresan la diversidad propia de un mundo cultural y heterogéneo, que es cada vez más global.

Los ayuntamientos tienen una larga historia de compromiso internacional con la cultura de paz y los derechos humanos, dado que las consecuencias de los conflictos se sufren directamente en el ámbito local. Pero también, porque su experiencia desde lo local les convierte en un actor imprescindible para hacer propuestas y llevar a 2 cabo iniciativas a favor de la paz en el plano internacional ( “Alcaldes por la paz”, etc).

Los municipios impulsan la solidaridad a partir de los hermanamientos entre ciudades; promueven la educación para la paz y no violencia, con programas educativos en las escuelas, los centros culturales, las  asociaciones vecinales, etc; se ofrecen para acoger a los refugiados procedentes de conflictos y guerras (como actualmente en el caso de Siria) convirtiéndose en “ciudades refugio”. O bien en “ciudades educadoras”, que promueven la participación y educación en derechos humanos: o “la ciudad para los niños” que impulsa una planificación urbana que incorpore las  necesidades de la infancia.

Los ayuntamientos son las instituciones más cercanas al ciudadano y las que satisfacen las necesidades más inmediatas de las personas y garantizan su bienestar. Esto hace que cuestiones como la pobreza o la exclusión, la inmigración, el deterioro ambiental, el desempleo y la violencia, entre otros, sean problemas que deben enfrentarse adecuadamente y a tiempo. Los municipios han de promover el reconocimiento de los derechos de ciudadanía para todos; reconocer y ofrecer cauces de participación en la gestión de la política local; dar respuesta a las diversas formas de violencia, estableciendo plataformas para la transformación de los conflictos y la mediación que permitan romper el ciclo de la violencia; han de gestionar la diversidad social, cultural e identitaria; y buscar el siempre difícil equilibrio entre la diversidad y la igualdad, desde el respeto y la tolerancia, sin permitir el menoscabo de derechos y oportunidades para determinados colectivos. Estas acciones no son, desde luego exclusiva responsabilidad de las autoridades locales, pero estas pueden jugar un papel esencial en sentar las bases para una política de Estado comprometida con la paz y los derechos humanos.

Las ciudades pueden ser espacio de confrontación y violencia o espacios de paz y mediación. En las zonas en conflicto, los municipios colaboran en las operaciones de mantenimiento de la paz, junto a las ONG y unen sus esfuerzos en las tareas de rehabilitación y reconstrucción posbélica. Participan activamente en las tareas de desmovilización, desarme y rehabilitación de los combatientes. Promueven la abolición de las armas nucleares a partir de iniciativas como “Alcaldes por la Paz” (Mayors for peace).

Los municipios pueden convertirse en el primer territorio para buscar vías de entendimiento y para poner en marcha iniciativas de mediación y programas de prevención de la violencia. Así lo afirma UNESCO, que hasta 2005 contaba con un premio que reconocía el papel de las ciudades por la paz. El ayuntamiento de Guernika recibió este reconocimiento en 2003, junto a ciudades como Apartado (Colombia), Ouagadougou (Burkina Fasso), Harar (Etiopía), Ras-El-Metn (Líbano), Dushanbe (Tayikistán), Porto Alegre (Brasil) entre otras. También San Sebastián (Donostia) es una ciudad que forma parte de la red internacional de Mayors for Peace y ha impulsado diversas iniciativas de paz a lo largo de estos años. Las ciudades también pueden convertirse en espacios reivindicativos, que coloque la vida en el centro y ponga fin a violencias como la pena de muerte, como la iniciativa “Ciudades por la vida” impulsada por la Comunidad.

Los municipios pueden promover políticas públicas orientadas a la conformación de “espacios comunes de encuentro y convivencia” y a la creación de estructuras de mediación y de resolución pacífica de los conflictos. Pueden propiciar un espacio de diálogo, entendido éste como una actitud abierta y una forma de vida para resolver los conflictos. Espacios para el debate que valoricen los procesos locales y las iniciativas a pequeña escala que son claves para la convivencia, insertándolas en una
dinámica más amplia donde compartir desde la diversidad y la pluralidad de voces. Esto implica tener en cuenta distintas dimensiones: la dimensión espacial (exclusión/inclusión), histórica (memoria), diversidad cultural (migrantes), histórica. Este seminario tiene por objetivo explorar y analizar el papel que juegan las autoridades locales a favor del diálogo, la convivencia y la construcción de la paz.

Bases conceptuales para promover la paz y la convivencia

  • No hay paz sin justicia. No hay paz sin desarrollo humano. No hay paz sin igualdad. La paz es incompatible con la
    discriminación y la arbitrariedad.
  • La libertad, la justicia y la paz en el mundo tienen por base el reconocimiento de la dignidad intrínseca y de los derechos
    iguales e inalienables de todos los seres humanos. Es imprescindible favorecer en todas las personas, sin excepción,
    la consciencia de sus facultades, de sus derechos, de la irrenunciable necesidad de ser tratados a la altura de su igual
    dignidad humana. La libertad debe encauzar en todo momento el quehacer humano.
  • El desconocimiento y el menosprecio de los derechos humanos han originado actos de barbarie ultrajantes para la conciencia de la humanidad; el miedo y las amenazas conducen, con excesiva frecuencia, al dogmatismo, al fanatismo y al
    extremismo.
  • La igualdad de género es un objetivo fundamental para los cambios radicales que la igual dignidad de todos los seres
    humanos exige. Este es el fundamento de todos los derechos humanos, esta es la base de la construcción de la nueva
    convivencia. Sea cual sea la edad, el color de piel, la religión, la ideología, el sexo… todos iguales en dignidad. Ha llegado el
    momento del paso de la fuerza a la palabra, del paso del poder masculino a una sociedad con igualdad entre hombres y
    mujeres.
  • Es posible la gran transición de una cultura de imposición, dominio, violencia y guerra a una cultura de encuentro,
    conversación, conciliación, alianza y pazi. La cultura de paz y no violencia es una exigencia apremiante para el diseño del
    porvenir, para que tantos imposibles hoy se hagan realidad mañana.
  • La educación es el mejor antídoto del extremismo, del fanatismo, de la arrogancia, de la intransigencia. La educación
    es mucho más que información, que formación y que instrucción, porque permite “dirigir la propia vida”
  • A escala personal, es en cada persona donde se halla la raíz de la democracia, en su comportamiento cotidiano, en su actitud solidaria, en su forma de vida. La educación para la democracia y el respeto a los Derechos Humanos es fundamental durante toda la vida. Educación desde la infancia, pero sobre todo educación democrática para quien tiene sobre sus hombros las responsabilidades de representación ciudadana (parlamentarios) y gobernantes.
  • Educación que tenga en cuenta la experiencia de todos, este tesoro extraordinario, balance de errores y aciertos durante
    muchos años, que normalmente permanece inexplorado.
  • Educación para ser “libres y responsables”, como tan lucidamente establece en su artículo primero al Constitución de
    la Unesco. Ser educado es actuar en virtud de la propia reflexión, nunca al dictado de nadie, de tal modo que la
    conciencia personal prevalezca sobre la obediencia de cualquier naturaleza, especialmente la política por intereses partidistas.
  • Una educación que incorpore la memoria histórica como algo imprescindible para ir hacia delante y progresar. Repasemos la historia. Revisemos lo que ha sucedido para que se repita lo que debe repetirse y que nunca más acontezca lo que nunca debió haber tenido lugar.
  • Una educación que tenga en cuenta que las referencias éticas en el firmamento personal son absolutamente imprescindibles para decidir, en cualquier momento, la propia ruta. Conocimiento global que permita comparar, para apreciar lo que se posee y conocer las precariedades y virtudes de los demás.
  • Una educación que permita desbrozar la información recibida y evitar la uniformización, disponiendo de tiempo para pensar, mediante la “reapropiación” del tiempo.
  • Desempeñan una función clave en la promoción de una cultura de paz los padres, los maestros, los políticos, los periodistas, los órganos y grupos religiosos, los intelectuales, quienes realizan actividades científicas, filosóficas, creativas y artísticas, los trabajadores sanitarios y de actividades humanitarias, los trabajadores sociales, quienes ejercen funciones directivas en diversos niveles así como las organizaciones no gubernamentales (…)”.

i Declaración y Programa de Acción sobre una Cultura de Paz, Asamblea General de las Naciones Unidas,
septiembre 1998.
http://fund-culturadepaz.org/spa/04/cent04Decla.htm